Seguramente si tu confesión de fe es de origen protestante o para-protestante (pentecostal, adventista, evangélicos, asamblea de Dios, etc.), tu respuesta será que Sí porque ya aceptaste a Jesús en tu corazón, lo proclamaste como dueño de tu vida y has recibido el “bautismo cristiano” y ya eres una nueva criatura.
Todo muy bonito y bien adornado. Pero déjame decirte que todo aquello que oíste de que una vez que recibiste a Cristo ya eres salvo, contradice abiertamente la enseñanza de los Apóstoles.
No pretendo con este tema hacerte cambiar de opinión con respecto a tus creencias, tú eres dueño de creer que las enseñanzas que recibes son las correctas y que incluso eres “infalible” al interpretar privadamente la Biblia, pero te invito a que veas la doctrina de “una vez salvo, siempre salvo”, desde otra perspectiva.
Como dentro de tu congregación te enseñan basados en el principio de “sola scriptura”, hagamos un recorrido por la Biblia y veamos que enseñaban los Apóstoles con respecto a la salvación.
El Apóstol Pablo advierte a los Corintios de tener cuidado de no caer.
1Co 10:12 Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga.
El Apóstol advierte que la salvación es en esperanza, si ya consideras la salvación como un hecho, esa esperanza pierde el sentido.
Rom 8:24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?
El Apóstol nos advierte que hay que “trabajar” para ser salvos.
Flp 2:12 Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación,
Cristo advierte que hay que luchar y seguir el camino difícil.
Luc 13:23-24 Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
Pero estos no son los únicos ejemplos de que la salvación es algo que se consigue con esfuerzo, trabajo y sacrificio y no algo de un día para el otro y que se puede guardar por siempre. Prosigamos con la lectura.
1Co 9:24-27 ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.
Pablo a pesar de su obra evangelizadora tenía miedo de resultar “descalificado”, reprobado, es decir, no estaba seguro de estar salvo.
Gál 6:7-9 No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
2Pe 1:5-10 Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados. Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca caeréis.
Entienda el que pueda.
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